La chica de ayer
En ésta nueva entrega de Bitácora Mental, comparto contigo un recuerdo de 1988. Algo muy puntual que me ocurrió con una chica, y que me vino a la mente viendo una publicación en redes sociales. Si prefieres escuchar en vez de leer, te dejo enlace al episodio 191 “La chica de ayer”. (Al final de ésta newsletter encontrarás el link al contenido al que se hace referencia en el audio).
Esta breve historia nos lleva otra vez atrás en el tiempo, y mas precisamente al verano de 1988, cuando aún no había cumplido 22 años, y era una época en la que solía salir con un grupo de amigos. Aquel sábado, fue uno de tantos de los que 35 años después casi no tengo recuerdos, pero de ese fin de semana en particular ha perdurado en mi memoria una escena puntual, que es precisamente el motivo de éste episodio.
Resulta que estando en una discoteca junto con varios amigos, conocimos a una chicas. Y como suele ocurrir en éstos casos, sobre todo a nivel de sexo masculino, apenas roto el hielo, cada uno va buscando su posición, de forma de no quedar fuera de la conversación, que al comienzo suelen ser un poco desordenadas, pero poco después si se percibe algún tipo de interés -evidentemente compartido-, las cosas se van acomodando, o no. Porque al principio se juega en equipo, pero cuando entra lo individual se puede torcer, y hay que saber ser buen perdedor.
Así que luego de estar un rato todos juntos en esa etapa en la que se suelen decir tonterías para mostrarse agradable y simpático, algunos de nosotros recibimos esa luz verde para entablar conversaciones mas "de tú a tú", donde ya se busca conocer mejor a quien tienes delante. Que en mi caso resulta en una búsqueda mas allá de lo que se ve, porque me aburren rápidamente las personas que no tienen buena conversación. Y no es que vaya buscando eruditos, porque nada tiene que ver con cultura, posición social, y tantas otras cosas con las que solemos asociar determinadas virtudes, mientras la realidad muchas veces se encarga de demostrarnos lo contrario. Se trata simplemente de intentar dedicar el tiempo y energías, a aquellos que muestran un valor interior. Y como en todo, hay que tener cuidado, porque como dice el dicho, “las apariencias engañan”, y además no todos buscamos las mismas cosas, ni en los mismos momentos.
Por tanto, dentro del grupo íbamos avanzando de forma diferente, e incluso alguno ni siquiera tuvo oportunidad de ponerse en la casilla de salida. Con lo que evidentemente era mucho mas cómodo separarnos, y según afinidades e intereses compartidos con quien te estabas relacionando, que aquella madrugada escribiera historias, personalizadas.
Y así fue que algunos prefirieron quedarse en aquel ambiente musical, otros eligieron estar simplemente por allí cerca, y en mi caso, que siempre me resultan mas cómodos los sitios donde no hay ni mucha gente, ni tampoco grandes ruidos, aprovechando que había ido en mi coche, le propuse a la chica con la que estaba hablado, huir de aquel bullicio y acercarnos a la costa, aprovechando que la noche era de esas que merecen levantar la mirada hacia el cielo.
Y así lo hicimos, nos desplazamos a unos diez minutos de donde estábamos, y llegamos al lugar donde no había distracciones. Allí podías concentrarte en la persona que tenías delante, lo que le querías decir, pero sobre todo, contabas con el ambiente adecuado para poder escuchar.
Y la conversación fue fluyendo, con algunos temas mas serios que otros, pero los amaneceres de los meses veraniegos son muy madrugadores, con lo que antes de quedarnos sin nada que decir, ya se había hecho la hora de emprender el regreso. Y como habíamos quedado en juntarnos de nuevo todo el grupo en el sitio en el que habíamos quedado inicialmente, hacia allí fuimos, para luego repartirnos en los coches, -de la misma forma como habíamos llegado-, y de ahí, hacia nuestras casas.
En aquel momento no teníamos móviles, pero me quedé con el teléfono fijo de la chica, que además me dio su dirección, explicándome que vivía en un piso con otras estudiantes, alguna de las cuales estaba esa noche que la conocí.
Ya era domingo, y no recuerdo sinceramente porqué tanta prisa, pero quedamos en vernos ese mismo día, por la tarde.
Y eran tiempos de salir de noche, como toda la gente joven, así que si te acostabas a las 7 o incluso 8 AM, difícilmente consiguieras la bendición de tus mayores, cuando tras la necesaria recarga de energías, te desprendías de los brazos de Morfeo a las 12 o poco mas, cuando saltaba la alarma del reloj biológico, recordándote que el cuerpo necesita alimentarse.
Y recuerdo que aquello era de las pocas cosas que se me recriminaban, diciendo que era imperdonable desperdiciar toda la mañana de un precioso domingo de verano, durmiendo.
En mi defensa tengo que decir que si bien salía por las noches, tampoco era de los que no fallaba una, pero aquel día resultó así, por lo que tras el descanso, comí algo rápidamente, y me fui hasta el sitio donde vivía aquella persona que había conocido unas horas antes.
Una vez en el lugar, toqué timbre a través del intercomunicador, y probablemente al ser puntual me estaban esperando. Me sorprendió que nadie respondió con voz, pero escuché ese sonido característico que te indica que puedes empujar la puerta, porque te están dejando entrar al edificio. Subí entonces hasta el piso en cuestión, y me anuncié en la puerta.
Un momento mas tarde, me atendió una chica vestida con ropa deportiva, y asumiendo que era una de las amigas de quien había conocido la noche anterior, le pregunté por la persona con la que había quedado. Y ya me temía que no estuviera, porque además de no haberle confirmado que iría, había subido sin que me contestara ninguna voz conocida. Entonces mi interlocutora me miró seria, y me dijo “soy yo”. Y ese es uno de los momentos en los que uno tiene mili segundos para procesar lo que ha ocurrido, y salvar la situación con el menor daño posible. La verdad no lo recuerdo exacto, pero creo que le dije que era un chiste, aprovechando que mi aspecto era claramente el de quien se había levantado sin las horas de sueño necesarias para estar lúcido, y todavía estaba despertándome.
Pero aquello no coló, estaba claro que no la había reconocido en absoluto, y eso que siempre he sido una persona muy fisonomista, por lo que con apenas un golpe de vista, suelo recordar caras muy fácilmente, algo que no me ocurre con los nombres, que olvido con demasiada facilidad. Y mientras seguíamos allí parados hablando, mi mente le daba vueltas al hecho de que no había forma de que asociara a la chica que estaba viendo, con la de la noche anterior. Su cara se veía muy diferente, y sumado a la ropa y calzado deportivo, no parecía la misma persona.
Y de eso va el vídeo al que hacía referencia al comienzo, trata sobre el maquillaje, y te invito a verlo porque es bastante corto, y te muestra el antes, y el después, con lo que vas a entender porqué me fue imposible darme cuenta de que estaba frente a alguien que ya conocía.
Y hablando del después, no recuerdo a donde fuimos esa tarde, pero a partir de ahí, no continuamos saliendo, porque estábamos en diferentes momentos de nuestra juventud, con preocupaciones e intereses que no tenían tantos puntos en común como creíamos, así que cada uno siguió su camino.
Y esta es la situación que te quería contar hoy, un hecho puntual que recordé como,dije mientras veía un contenido en redes sociales, en el que a pesar de que ya se sabe, cuando te muestran el proceso de cambio, uno no deja de asombrarse lo que el maquillaje y el peinado pueden hacer en la transformación de una persona. Y ojo que también ocurre en el caso de hombres, porque quizá de forma no tan sofisticada, pero he visto a mas de uno de mis congéneres, que con pequeños o grandes detalles, han conseguido darle un giro muy importante a su aspecto, y ya sabemos que sin importar el sexo, ya sea por el solo gusto personal, o debido a cuestiones profesionales, mejorar esa impresión que los demás tienen sobre nosotros, siempre resulta positivo y en beneficio propio. Pero eso a veces tiene el peso que tiene, porque cada uno es un mundo, y como dije antes las personas a veces buscamos cosas diferentes, y quizá en algunos casos también en momentos diferentes.
Y hasta aquí el Bitácora Mental de hoy, gracias por leer o escuchar éste episodio, y te espero en el próximo.
(Puedes ver el contenido al que se hacer referencia, a través del siguiente link)