Licencia para padres
Hace treinta años, allá por 1994 y en su cuarta temporada, llegaba el final de una tele comedia familiar -supuestamente para niños-, pero que en la práctica, por los temas tratados y la genial forma de hacerlo, resultaba imperdible para los adultos. Me refiero a “Dinosaurios”, emitida también en España, y que hace algún tiempo está nuevamente disponible en su formato original, a través de la plataforma Disney+
Una serie que tuvo episodio magistrales, abordando temas como: el papel de la mujer en la familia o en el trabajo, el funcionamiento de las empresas y su poder, las relaciones laborales, la relación de padres con hijos, los adultos mayores, las sociedades que no cuestionan a sus líderes, y mil cuestiones mas. Algunos de esos programas se quedaron grabados en mi mente, y al volver a ver la serie el año pasado junto con mi mujer que no la conocía, coincidimos en lo adelantados que fueron al tratar todo esto al inicio de los 90s, asuntos que hoy son temas de actualidad. Pero estos días he recordado especialmente el episodio N.º 37, correspondiente a la tercera temporada, y que vi por primera vez hace treinta años, que llevaba por nombre “Licencia para padres”. Y de eso va el tema de hoy.
Hola que tal, ¿Cómo estás?, soy Carlos Vitesse, y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental.
Si eres mas de escuchar que de leer, aquí tienes la versión audio:
En el episodio que mencionaba hace un momento, Earl, cabeza de la familia Sinclair, era incapaz de educar a su hijo pequeño, y resolver correctamente las diferentes situaciones que ejerciendo como padre, se le presentaban a diario en el cuidado de su bebé. La situación transcurría “normalmente”, hasta que un agente de la autoridad le quitó su licencia de padre por mal desempeño, y tuvo que hacer cursos de recuperación, para poder seguir teniendo el derecho a cuidar y educar a su hijo.
Hasta aquí la ficción, y de alguna forma la parte jocosa del asunto. Pero la triste realidad es que ahora mismo en nuestra sociedad, estamos llenos de padres y madres que de existir la licencia para padres y el tipo de control al que fue sometido el personaje en cuestión, correrían su misma suerte.
Está muy claro que los tiempos han cambiado, y la rigidez con la que se educaba hace algunas décadas ha dado paso a nuevas formas de relacionarse, donde las figuras de autoridad parecen en riesgo de extinción.
De ninguna forma estoy afirmando que sea necesario volver a lo que ocurría en tiempos pasados, donde un maestro, padre, madre o quien fuera, en mas de una ocasión se “pasaba de la raya”, esgrimiendo su papel de autoridad, educador, o la figura y relación que tuviera con él, la, o los “damnificados”.
Dependiendo de tu edad, seguramente verás las cosas de una u otra forma, pero siendo objetivos, los extremos no son buenos, por tanto quizá un término medio sería beneficioso para todos los involucrados. Es decir, ni el profesor que castigaba físicamente al alumno, ni el alumno que vapulea hoy al profesor. Y de igual modo en el caso de las relaciones familiares. Ni era bueno lo de aquellos hijos que tenían terror a su padre, ni tampoco lo que se ve mucho actualmente, donde los papeles se han invertido, y los que sufren los abusos son los adultos, y adultos mayores.
Y en referencia a esto, con mi mujer llevamos años comentando lo rápido que han cambiado las cosas, desde como nos criaron a nosotros -digamos en ese punto de equilibrio que considero lo ideal-, y lo que vemos de un tiempo a ésta parte casi a diario, a través de redes sociales, medios de comunicación, pero sobre con los vecinos y sus hijos, que hemos tenido en los últimos veinte años.
Por suerte o por desgracia, nos hemos mudado varias veces en los últimos años, pero invariablemente hemos estado en sitios en los que había familias con padres jóvenes -y no tanto-, donde demasiado seguido hemos comprobado auditivamente lo caldeado que estaba el ambiente en esos hogares. Hemos “padecido” gritos permanentes, discusiones acaloradas y muy acaloradas por parte de los diferentes integrantes de varias familias, pero como decía antes, nos ha llamando poderosamente la atención el comportamiento de tantos niños y adolescentes espetando mas de una vez frases muy hirientes, impropias de personas sobre las que podríamos decir que “no les falta nada”.
Y está bien poner la otra mejilla, pero si vienen a por ti buscando que beses la lona con un K.O., no puedes permitirlo. Un padre o madre debe comportarse como lo que es, porque intentar una buena relación con sus hijos, no significa ser el amigo o amiga del alma que no sabe decir no, y todo lo soporta. Incluso vejaciones, que la tirana o tirano de turno no intentaría con alguna de sus amistades, porque sabe que hay limites que no le conviene traspasar.
En resumen, que supongo que no descubro nada nuevo si afirmo que la sociedad -en general y a nivel mundial-, está bastante mas agresiva que hace algunas décadas, llena de menores y adultos con niveles de paciencia y educación tendiente a cero. Pero eso no puede justificar entrar en terrenos que escapan a la lógica, al menos la de aquellos que conocimos el respeto y el saber estar, asumiendo en cada etapa de nuestra vida el papel que nos correspondía.
¿Y porqué vengo diciendo todo lo anterior? Porque uno ve a los mas jóvenes, lo que hacen, lo que dicen, como se relacionan, como visten, y en general como se mueven en el día a día, y sin lugar a duda en la mayoría de casos en los que observamos cosas que podríamos afirmar “no están bien”, tras esas conductas hay padres que no están cumpliendo con su papel.
Y no voy a entrar en atenuantes, porque soy perfectamente consciente de que la economía actual de las familias, exige que esos padres se encuentren fuera de casa muchas horas, y no exista ese seguimiento de físico presente que podía hacerse hace algunas décadas sobre todo por parte de las madres. Pero tampoco es menos cierto que hoy contamos con muchos mas medios, -incluso tecnológicos-, y que permiten a las familias relacionarse de forma permanente durante los eventos no presenciales, y llevar adelante “controles” de todo tipo, haciendo posible la corrección de cualquier detalle, que así lo ameritara.
El problema fundamental creo que radica en el hecho de que hoy los adultos -incluso dentro del propio hogar-, están demasiado “entretenidos” con sus cosas, y convencidos de que los menores a su cargo son capaces de crecer adecuadamente, simplemente teniendo alimento, siendo escolarizados, y poniendo a su alcance artilugios tecnológicos para que sepan de que va la vida, muchas veces a edades tan tempranas, como inapropiadas.
La escuela, o las diferentes ramas de la enseñanza pueden proveer de conocimiento, pero la educación y los límites tiene que darse en casa. Y es una tarea ardua y diaria, para que la obra concluya satisfactoriamente, o al menos se pueda decir que se ha hecho todo lo posible para encaminar la vida de ese futuro adulto. Esa persona que irá tomando decisiones propias, y que transitará por los caminos que sea, pero informada adecuadamente sobre cuales son los correctos, y los que no llevan a buen puerto.
Y hablando de la escuela y otras etapas formativas, para no estirar mucho éste audio y no entrar en detalles o ejemplos sobre muchos errores que cometen los padres, me gustaría mencionar simplemente uno, y que venimos observando con mi mujer hace mucho tiempo. Me refiero a la vestimenta de los mas jóvenes, a la hora de ir a clase.
Vestirse de tal o cual forma para estar a la moda, o como mínimo no desentonar en el grupo al que uno pertenece, es algo que ha ocurrido toda la vida, y recuerdo perfectamente inviernos de hace cuarenta años, cuando salía por la noches un sábado, y la ropa que usaba era mas bien para meses del año mas benignos. Y así me lo hacían saber o recordaban mis padres, a los que como “excusa”, -aunque real y fundamentada-, les decía que el sitio a donde me dirigía, hacía inviable un atuendo adecuado a las temperaturas de la calle. La cuestión es que bastantes horas de esas frías noches también transcurrían moviéndome con amigos en exteriores, donde uno era consciente de que la moda lo estaba dejando helado, pero era un problema que en el peor de los casos y como mucho, podría desembocar en un resfrío, acompañado de esa frase que nunca queríamos escuchar, el… “te lo dije”.
La cuestión es que hoy sabemos como está la calle, la juventud, la delincuencia, y una serie de problemas asociados que se vienen potenciando en los últimos años, por ejemplo el bullying o lo que respecta a los delitos sexuales.
Creo que estamos absolutamente de acuerdo en que todos tenemos el derecho y la libertad de hacer, decir e incluso vestir como nos apetezca, sin que eso de derecho a otros a llevar a cabo alguna acción -del tipo que sea-, en nuestro perjuicio. Pero tenemos que ser realistas, el mundo no es perfecto, y cada vez dista mas y mas de serlo, con lo que es de sentido común y responsabilidad, moverse, vestirse, y tener un comportamiento adecuado a cada situación, para evitarnos problemas, porque cuando ocurre algo indeseado, ya no es posible remediarlo.
Hace años que con mi mujer nos desplazamos a diario en coche a primeras horas de la mañana, pero también en otros momentos del día, y solemos coincidir con horarios de entrada y salida de todo tipo de estudiantes, por lo que muchas veces comentamos el aspecto que tienen gran cantidad de jóvenes que se dirigen a sus centros de estudios. Y quiero dejar claro que no se trata de criticar por criticar, ya que por suerte tenemos un criterio y la mente abierta a todo aquello que significan las nuevas generaciones. No obstante, vemos a demasiadas personitas que parecen ir a la discoteca o una reunión privada de amigos, antes que a iniciar una jornada de formación, en el grado que le corresponda a cada una.
Y aprovecho para reiterar lo de antes, cada uno es libre de hacer, decir o vestirse como quiera mientras no vaya contra las normas, -si las existiera-, en los sitios a los que acude a lo largo del día, para desarrollar las diferentes actividades que lleva a cabo en su vida. Pero hay algo que se llama sentido común, y si vas a un centro de estudios, no parece adecuado llegar con la pinta de alguien que pretende llevarse todas las miradas en una sala bailable, o cualquier otro sitio de ocio. Y si estoy puntualizando un poco esto, espero entiendas que no es por la ropa de moda, sino por varios casos extremos, y totalmente fuera de lugar.
Vivimos en una época de absoluta dependencia del que dirán, de las apariencias, pero en una evolución peligrosa de lo que de alguna forma siempre ha existido, estamos en la etapa de llamar la atención por encima de todo, y conseguir destacar a través de cosas que en el caso de asistir a clase, no hacen mas que distraer del objetivo de un centro de estudios. Un lugar donde la formación debería ser la estrella, y demasiada gente busca ponerse medallas sin estudiar. Un ambiente en el que debería buscarse la igualdad en todo sentido, no permitiendo la tontería de llamar la atención, y buscar ser “más” por como te atreves a vestir, la marca de tu ropa, la pasta que se han gastado tus padres en tu caprichoso móvil que ni ellos se pueden permitir, o cualquiera de esas cosas que algunos y algunas utilizan para mostrar que están en otro nivel. Incluido el potencia desmedidamente su natural atractivo físico, ya sea varón o mujer. Y no estoy diciendo que haya que nivelar hacia abajo, “afeando” de algún modo a quienes son mas agraciados, pero tampoco es sano el polo opuesto, donde muchos de ambos sexos se presentan ante sus compañeros como si fueran a la playa, incluso en invierno, o el centro de estudios fuera una pasarela para lucir lo más básico del ser humano, en detrimento de cultivar los aspectos que realmente les harán personas de éxito.
Vestir de acuerdo a las circunstancias, es de sentido común, y una muestra de respeto con la institución, los profesores y el resto de alumnos. Porque aunque parezca lo contrario y la persona -mejor dicho personita- crea que de esa forma -léase llamando la atención- transmite poder, independencia, liderazgo y tantas otras cosas, en el fondo muchas veces ocurre lo contrario, y puede dar lugar a interpretaciones y reacciones no deseadas, del tipo que sea.
Y a ésta altura seguramente puedas pensar que estoy haciendo el discurso típico de alguien que ya se ha olvidado de cuando tenía 14 o 15 años, y que no consigue encontrar su sitio en una sociedad que escucha reggaetón, y maneja otros códigos. La realidad es que muchas cosas pueden haber cambiado, pero el sentido común es algo que se espera prevalezca, al menos en aquellos que tienen la cabeza para algo mas que para peinarse.
Esto no va de opinar sobre los más jóvenes, va de alertar sobre no perder la brújula, y evitar cuestiones desagradables. Porque una cosa es lo que pasa por la cabeza de niños o adolescentes que se creen mayores con experiencia, y otra el proceso mental de quienes les observan e interactúan con ellos, tanto en su lugar de estudios, la calle, o incluso a través de las redes sociales, y aplicaciones varias que todos conocemos.
Existen muchos peligros para los menores, y no es necesario entrar en detalles. Lo importante es acompañarlos en las edades mas difíciles, para que tengan el apoyo y conocimiento que muchas veces no quieren, porque creen no necesitarlo, pero que resulta fundamental como base para su experiencia, y futuro comportamiento frente a las mas diversas situaciones. Éstas que en muchos casos son respuesta directa a sus actitudes y la imagen que proyectan, por lo que como padres, no es posible que el precio de la “paz” sea decir que sí a todo lo que piden, dicen, o hacen. Poner límites, y decir no, en muchos casos es ahorrarles muchos malos tragos a ellos, pero también a toda la familia.
Y entre las múltiples posibilidades y asuntos que competen a su crecimiento y desarrollo, el aparentar ser adultos cuando aun siguen siendo niños y niñas, podrá satisfacer alguno de esos egos, -que a ciertas edades puede ser como tocar el cielo con las manos-, pero pretender ser quien no se es, conlleva riesgos innecesarios, y es bueno tener siempre presente aquello de que “mas vale prevenir que curar”.
Y para cerrar éste episodio, relacionado con todo lo que he comentado en este audio, quiero aprovechar para recomendarte una mini serie estrenada este año, y que he visto en Disney+. El título original es “Under de Bridge” (Bajo el puente), presentada en España como “El asesinato de Reena Virk”. Está basada en un hecho real ocurrido en 1997, en el que esta chica de 14 años salió de fiesta con los que ella consideraba amigos, y que terminaron acabando con su vida.
Creo que si eres padre o madre, o incluso tienes hermanos de esas edades, vale la pena darle una mirada, porque además de la protagonista principal, hay otros perfiles que también demuestran que tener niños y adolescentes en casa, es un trabajo a tiempo completo. No basta con darles casa, comida, vestimenta, y otras cuestiones que parecen formar el pack suficiente para que crezcan sin problemas. Hay otros temas de fondo que ameritan involucrarse, hablarles mucho, saber que hacen, donde y con quién, qué piensan, que sienten, etc. Porque como mencionaba a lo largo de éste episodio, muchas veces se creen mayores, con experiencia, y capacidad de manejar cualquier situación, pero cometen errores de libro que pueden costar muy caros, y no solo a ellos, -como se verá-, también sus familias pueden ser arrastradas por esa falta de cercanía, implicación, y seguimiento personal necesario, por el bien de todos.
Y hasta aquí el Bitácora Mental de hoy, gracias por tu tiempo al leer o escuchar éste episodio, y te espero en el próximo.