Malos bares y restaurantes
En el Bitácora Mental de hoy, comparto una alerta de la OCU (la organización española en defensa de los consumidores) respecto a una mala práctica que están llevando adelante algunos bares y restaurantes, lo que me ha hecho recordar una anécdota, que aprovecho para contarte en el inicio del episodio.
Si eres mas de escuchar que de leer, aquí tienes el episodio Nº207 del #podcast
Siempre han habido buenos y malos restaurantes, y mas allá de precios y calidades dentro de lo que cada uno ha buscado su sitio y perfil de negocio, los que no sobreviven son aquellos que directamente resultan inviables porque han sido concebidos con una idea o condiciones equivocadas, y los que se ganan a pulso el rechazo de sus clientes.
En ocasiones quienes llevan adelante la propuesta, lo hacen con la mayor dedicación y seriedad, pero les falta ese punto de conocimiento, imprescindible para cerrar el círculo y conseguir el éxito.
Recuerdo por ejemplo ahora mismo un sitio que me recomendaron hace unos cuantos años, en el que ofrecían platos de buena calidad, el local estaba muy agradable, los precios eran acordes a propuestas del estilo, y decidí pasarme por allí, un día al mediodía.
Fue un domingo, acompañado de mi mujer, porque queríamos comer carne a la brasa, la especialidad del lugar, y recomendación de quienes iban conociendo aquel restaurante.
Al entrar, nos encontramos con una instalaciones como decía, agradables, nada del otro mundo, pero perfecto para nuestras necesidades. Un ambiente correcto, limpio, iluminado, y demás cuestiones mínimas para conseguir que el cliente se sienta a gusto.
No era menú, le dimos una mirada a la carta, y confirmamos lo que ya sabíamos, la cuenta sobrepasaría los 100 euros para dos personas, a pesar de que nuestra idea era una comida sencilla. Un chorizo criollo cada uno como entrante, que tienen un tamaño pequeño, y da para dos mordiscos y medio (de adulto). Y luego sí, la carne de nuestro interés.
La bebida fueron dos refrescos, un par de postres tipo flan, y no hubo extras. Nada de alcohol ni platos especiales, incluso no estoy seguro de que hayamos tomado dos cafés, y quizá solo fuera el mío, que soy el que habitualmente los toma.
En resumen, que hablo de hace unos cuantos años, cuando un billete que decía 50 euros, no rendía como ahora que parecen con suerte de 20. Y ese mediodía pagamos 100 y pico de euros, por algo “sencilla”, para dos, y que seguramente a gente de buen comer, le habría parecido con gusto a poco.
Debo decir que estaba todo bueno, y las raciones, digamos… no escandalosamente pequeñas. Pero entonces me preguntarás… ¿Dónde estuvo el problema? Porque habiendo mencionado el precio, y de que ocurrió cuando el dinero rendía, seguro lo primero que pensarás es que consideré aquella comida cara para lo que me ofrecieron. Y obviamente uno siempre pretende pagar menos por lo mejor que puedan ofrecerle, pero un restaurante es un negocio, tiene importantes gastos, así que no puede funcionar como una ONG. Cada uno fija sus precios, los márgenes que considera necesarios, y como clientes somos libres de elegir donde queremos consumir. O mas bien -llegado el caso-, donde podemos permitirnos un gusto. Así que no tengo quejas respecto a lo pagado, y tampoco del resto, salvo un detalle muy puntual -y quizá tonto para mas de uno-, pero que en mi caso concreto, fue el detonante de que no regresara.
Tengo que decir que poco después, y a través de mas personas que conocíamos y fueron a comer allí, comenzamos a enterarnos de otras situaciones, o mas bien detalles, que tampoco fueron del agrado de esos clientes.
En concreto, que la familia que llevaba adelante aquel negocio de restauración, donde se habían repartido las funciones para atender todas las áreas, había un punto flojo, la atención a las mesas. Mas precisamente una persona, que como dueña, con sus decisiones y actitudes en diferentes momentos, demostraba invariablemente no tener visión de negocio, y las críticas de quienes por allí se pasaban fueron creciendo, al mismo ritmo que perdían clientes.
Y no te hago mas misterio, porque no lo hay, el problema ese día fue que a mi me gusta el pan, y sabedores de que la carne iba a tardar, para ir haciendo tiempo pedimos -como dije antes-, un chorizo cada uno, y pan, del que nos trajeron dos pequeños obviamente uno para cada comensal, que consumimos poco después, con el entrante. Y teniendo aun por delante el plato principal -que por cierto veníamos esperando mas de lo que tocaba, porque había muy poca gente en el local-, pedí por favor un poco mas de pan.
La cuestión es que cuando llegó el solomillo, me trajeron 1 solo pancito a mí, que era el que lo había pedido. En ese momento y viendo lo solitario de aquel trozo de carne con una mínima guarnición de patatas, nos quedamos mirando con mi mujer, y pensé ¿me voy a gastar más de 100 euros básicamente en dos trozos de carne, pagando el pan aparte y ¿me lo están escatimando? Y confieso que ese detalle -“menor” quizá para quien cumplía la función de camarero, pero tan importante para mi desde mi posición de cliente-, fue lo que me condicionó totalmente la experiencia, al punto de que no regresé nunca mas.
Es que mas allá de que para ti el pan sea o no importante, si cobras por algo, y alguien te lo pide, lo menos que puedes hacer es servir una cantidad “normal” para 2 personas, y no me refiero ya al comienzo cuando nos trajeron uno para cada uno, lo digo cuando quise repetir. Supongo que no esperarían que ambos solicitáramos a la vez y en tono de súplica, al menos una unidad para cada uno.
En fin, lo que decía antes, que para dar un buen servicio en un restaurante, no alcanza con el local y la comida, también tienes que tener una atención adecuada, pero sobre todo una cuota mínima de sentido común. Y vaya como ejemplo que en aquel entonces, y en el supermercado cerca del restaurante, con 1 euro comprabas 3 barras de pan buenas, y todavía sobraba algo de dinero, que si eras cliente, igual te daban los dos individuales que nos habían puesto en la mesa. Es decir que con lo que nos estaban cobrando por el pan en el restaurante, podían servir todas las mesas que había, y no perdían dinero.
Y es posible que me digas, hubieran pedido la ración de pan que faltaba o algo mas, y te digo que me resultó tan desagradable la situación, que decidí seguir adelante como estaba, porque lo que me pedía el cuerpo era cruzar un momento la calle, y regresar con una barra de pan bajo el brazo, cortarlo en la mesa, y que me vieran.
¿Lo pensé? Si, pero no soy de hacer éstas cosas, con lo que mantuve la compostura, disfruté de lo que se podía disfrutar, pagué llegado el momento, y hasta dejé propina como si hubiera sido una experiencia perfecta. Fue lo que creí mas conveniente, porque hay cosas que están en la tapa del libro, y si alguien que tiene un establecimiento abierto, comete -para mi gusto-, un error de éste calibre, igual debería dedicarse a otra cosa. Y quien soy yo para hacer algo que los desvíe de ese camino del destino merecido. Que dicho sea de paso, no se hacia donde los habrá llevado, pero lo cierto es que el restaurante poco después cerró, lo que no me resultó ninguna sorpresa.
Y ¿porqué te estoy contando esto hoy? Porque se me vino a la mente el recuerdo, después de leer una noticia hace unos días, en la que se hablaba justamente sobre cobrar el pan en un restaurante, y te la cuento por si no la leíste.
Resulta que desde la OCU, la organización española en defensa de los consumidores, están alertando a la gente de que OJO, han detectado bares y restaurantes que están colando en la cuenta de los clientes, un cargo del tipo “pan y picos”, cobrando algo que no han servido en la mesa.
Mencionan que parece suceder cuando los clientes están un poco despistados, supongo yo de esos que no miran el detalle de lo que se les está cobrando, porque están charlando o en la situación que sea. Probablemente se produzca más fácilmente cuando son varios a la mesa, o incluso siendo solo dos, hayan pedido varias cosas, entonces -según se comenta- les cuelan las correspondientes raciones de pan no solicitadas, aunque solo hayan bebido.
La verdad, esto resulta inaceptable desde todo punto de vista, porque el tema del pan se cobra aparte, teniendo que informarse debidamente de su precio en la carta, como el del resto de cosas que como cliente, uno pueda querer consumir, allí en el sitio donde se encuentre.
No se si a ti te habrá pasado. En mi caso, no, y lo que sí recuerdo son ocasiones en que no me aparecía en la cuenta algo de lo que había consumido, y siendo cliente habitual del lugar, pedía que me lo sumaran. Pero si la OCU hace una mención así específica, será que no solo los clientes están cada vez mas “difíciles”, y no hace mas que confirmar aquello de que “los listos viven de los tontos, y estos de su trabajo”.
Y hasta aquí la entrega de hoy, gracias por tu tiempo, muchas gracias por leer o escuchar éste episodio de Bitácora Mental, y te espero en el próximo… chau